Desde nuestra más tierna infancia somos bombardeados continuamente con afirmaciones que intentan adoctrinarnos sobre qué debemos hacer, cómo debemos sentirnos y cuál es la manera adecuada en que tenemos que comportarnos según nuestro género.
¿Quién no ha escuchado o ha sido diana alguna de vez de comentarios como estos u otros similares?:
“Las niñas son más tranquilas que los niños, más aplicadas en los estudios y más obedientes”.
“Los niños no lloran, llorar es de niñas. Tú eres un hombre, y los hombres no deben mostrar debilidad”.
“Mi hijo quiere estudiar peluquería y maquillaje para ser estilista y, la verdad, yo preferiría que escogiera una profesión más masculina”.
“¿Cómo vas así vestida? Arréglate un poco, anda, que pareces poco femenina”.
Este tipo de comentarios, algunos de ellos inofensivos en apariencia, encierran grandes prejuicios, así como juicios de valor sobre lo que está bien y lo que está mal de acuerdo con un género determinado. Pero, ¿quién marca lo que es correcto, es normal o está bien para cada uno/a?
Te invito a que busques un momento a solas, cierres los ojos y te concentres en una de las afirmaciones anteriores u otra de tu elección como si estuviera dirigida a ti. ¿Qué sientes al reproducirla en tu mente?
Incomprensión, falta de respeto, intolerancia, ausencia de empatía, injusticia, coacción… son algunos de los sentimientos que experimento yo al hacerlo. ¿Añadirías tú alguno más a esta lista?
De alguna manera parece como si, por no cumplir con esos estereotipos y formas de pensar cerradas y arcaicas, corriéramos el riesgo de no pertenecer al club de lo “normal”. Sin embargo, la realidad es que cada persona es distinta, independientemente de su género, raza o edad, y no hay capacidades, actitudes o profesiones que correspondan únicamente a hombres o a mujeres. Todas son igualmente válidas y merecen el mismo respeto y aceptación por nuestra parte.
Por desgracia, en la actualidad y de forma general, el sexismo sigue estando presente en nuestras vidas y en la de nuestros menores, aunque esto depende en gran medida de la cultura de la que procedemos, la educación en valores que hemos recibido de nuestra familia y el entorno en el que nos movemos. En algunas ocasiones ni siquiera somos conscientes de ello, ya que se trata de pensamientos y actitudes arraigados en nuestro sistema de creencias que hemos ido perpetuando con nuestro lenguaje y/o nuestra conducta conforme hemos ido creciendo, considerándolos “normales” e inofensivos.
Sin embargo, si estás leyendo este artículo es porque crees y quieres una educación integral para tus hijos y/o alumnos, en la que las emociones y los valores son fundamentales para su desarrollo. Así que, dejemos de fustigarnos por lo que hayamos hecho o dicho en el pasado, y empleemos nuestras energías en llevarla a cabo.
¿Estás listo/a para comenzar?
Veamos cómo podemos luchar contra la discriminación de género desde la Educación Emocional.
Como se suele decir, el mejor ataque consiste en poner en práctica una buena defensa, así que la estrategia que utilizaremos para abordar este problema será la PREVENCIÓN:
- En primer lugar, CONCIENCIANDO a nuestros chicos de que no hay juguetes, profesiones, actitudes y, en definitiva, roles específicos para mujeres y para hombres. Todos somos personas con nuestras propias motivaciones, ideales, valores e intereses, y tenemos la LIBERTAD de ELEGIR en cada momento aquello con lo que nos sintamos más identificados o cómodos, y el DERECHO a ser respetados por ello.
- A continuación, enseñándoles a IDENTIFICAR las afirmaciones y conductas que les hagan sentirse comprendidos, valorados y apoyados para expresarse libremente tal como son.
¿Cómo lo haremos?
- Fomentando su AUTOCONOCIMIENTO. Como hemos dicho en anteriores ocasiones, conocerse a sí mismos es imprescindible para que se acepten, quieran y respeten. Sólo así podrán asumir de corazón que ya son merecedores de amor, respeto y aceptación por ser quiénes son, y que no tienen que cambiar para gustar a los demás. Te invito a que leas y compartas con tus hijos y/o alumnos nuestras píldoras: “Soy adolescente, ¿De qué me sirve autoconocerme?”, y “Soy adolescente, ¿Cómo fomento mi autoconocimiento?” para ayudarte a hacerlo.
- Aumentando la CONFIANZA EN SÍ MISMOS y fortaleciendo su AUTOESTIMA. Ambas actitudes, que son una consecuencia directa de conocerse bien, serán las que les permitan filtrar las afirmaciones o conductas de su entorno que les hagan sentirse respetados y valorados, diferenciándolas de aquellas otras basadas en opiniones preconcebidas que no les aporten nada positivo.
Asimismo, tener un buen autoconcepto les hará sentirse seguros para alejarse, si necesitan hacerlo, de personas intolerantes y/o que no les acepten tal como son.
- Ayudándoles a potenciar su SENTIDO DEL HUMOR y ASERTIVIDAD para responder, que no reaccionar, ante comentarios que les resulten prejuiciosos u ofensivos. Ambas herramientas les serán muy útiles para gestionar situaciones desagradables o conflictivas sin dejar que éstas les afecten y, esto, a su vez, hará que se sientan satisfechos por su capacidad para gestionarlas eficazmente.
- Motivando su REFLEXIÓN y desarrollando su ESPÍRITU CRÍTICO con ayuda de textos, vídeos o películas que muestren cómo todos en algún momento podemos juzgar y etiquetar a los demás sin ser conscientes de que lo estamos haciendo, por desinformación o ignorancia.
Para ello, te propongo que utilices nuestras actividades para chicos a partir de 12 años: “Películas que inspiran… Al frente de la clase” y “Trabajando la empatía”.
- Enseñándoles la IMPORTANCIA DEL LENGUAJE que utilizan al dirigirse a los demás y su responsabilidad al elegir las palabras con las que quieren expresar sus opiniones.
- Por último, promoviendo entre ellos una CONVIVENCIA BASADA EN LA IGUALDAD. Para ello cuida que no se haga distinción de género en la asignación de tareas ni en las expectativas respecto a éstas tanto en casa como en el aula.
¿Te animas a intentarlo?