Los primeros días de clase llegan repletos de emociones, a veces encontradas: alegría por el reencuentro con antiguos compañeros, excitación porque comienza un nuevo curso, nerviosismo por conocer a chicos y profesores distintos a los del año anterior, tristeza porque se acaban las vacaciones…
Una buena manera de comenzar es proponiéndonos desarrollar nuestras habilidades sociales y, de paso, romper el hielo para crear un ambiente agradable y relajado en clase.
OBJETIVOS:
- Conocernos mejor a nosotros mismos.
- Compartir con nuestros compañeros nuestra emocionalidad utilizando nuestro nombre como vehículo de expresión.
- Descubrir el mundo emocional de los que nos rodean.
- Poner en práctica las actitudes y habilidades fundamentales para relacionarnos con los demás: respeto, escucha, empatía, asertividad y diálogo.
- Trabajar la cohesión del grupo.
METODOLOGÍA:
En primer lugar, crearemos el espacio adecuado para fomentar la autorreflexión de los chicos con preguntas como:
- ¿Te gusta tu nombre?
- ¿Qué te hace sentir?
- ¿Cómo te gustaría llamarte?
- ¿Te identificas con él?
- ¿Conoces alguna historia asociada a cómo te llamas?
- ¿Sabes por qué te llamaron así?
Prueba a reproducir alguna música ambiental e incluso a apagar alguna luz para favorecer la intimidad que la conexión con uno/a mismo/a y la expresión emocional requieren.
A continuación, formad un círculo entre todos y, pídeles a tus alumnos que, por turnos, sentados o de pie, como ellos prefieran, se presenten ante el resto del grupo compartiendo sus propias emociones acerca de su nombre.
Para que podáis aprovechar y disfrutar al máximo esta actividad, es recomendable que todos ellos:
- Guarden silencio mientras escuchan al/la compañero/a que se está presentando.
- Practiquen la empatía al imaginarse en la piel del/la alumno/a que está compartiendo su mundo emocional con el grupo.
- Puedan hacerle preguntas a cada compañero/a al finalizar su exposición, respetando siempre el derecho de éste/a a contestar o no.
- Muestren una actitud dialogante y sean asertivos cuando se comuniquen entre sí, es decir, que expresen sus propias ideas, opiniones y sentimientos desde el respeto hacia los de los demás.
Un ejemplo, con el que aprovecho para que me conozcas mejor, sería:
“Me llamo Maite, aunque mi verdadero nombre es Teresa de los Ángeles. Mis padres me llamaron así por mi madre, Teresa, y una abuela de mi padre, Ángeles, pero cuando me bautizaron, una de las mejores amigas de mi madre comenzó a llamarme Maite (el diminutivo de María Teresa) para distinguirme de ella. Tener dos nombres, uno oficial y un apodo, fue un problema para mí cuando era una adolescente, porque sentía que no tenía una identidad clara. Sin embargo, a medida que crecí, me di cuenta de que me encanta llamarme y que me llamen Maite. Sobre todo, después de descubrir que mi nombre, de origen vasco, significa AMOR en euskera. Me identifico plenamente con él porque para mí el amor es la fuerza más poderosa que existe y es lo que mueve el mundo, y por eso creo, confío y aplico la Educación Emocional en mi vida”.
¿Estás listo/a para romper el hielo con tus chicos?
Si deseas que te diseñemos talleres y/o dinámicas para aplicar la Educación Emocional en casa o en el aula, no dudes en ponerte en contacto con nosotros mandándonos un correo a educacion@ciaramolina.com.
¡Estaremos encantados de ayudarte!
Que hermoso entender otra parte de la autoestima, y alguien poder validar una palabra y saber que un significado entra consonancia con la vida (el futuro y se identifica como su impronta), una sugerencia para recobrar un fragmento de humanidad.
Que bien escribes me encanta, tu forma de escribir es clara y precisa, es como si te estuviera escuchando, bonita dinámica para hacer empatía en el grupo, y también para generar emociones, la historia de tu nombre es linda, estoy de acuerdo eres amor.