Ante una misma dolencia o enfermedad su manifestación física se desarrolla de una u otra manera dependiendo del estado de ánimo con el que la afrontemos.
En enfermedades como el cáncer o la fibromialgia está demostrado que el aprender a gestionar las emociones y encontrar cierto equilibro emocional, hace que la presencia de sentimientos agradables ayude a la recuperación del paciente.
¿Qué es una enfermedad en si misma?
No es más que una alteración del estado normal de nuestro organismo, o parte de él, por no poder recibir lo que necesita. Algo así como un CONFLICTO INTERNO.
La persona se constituye en cuerpo (físico) y mente (raciocinio y emociones), ambos son necesarios para el buen funcionamiento del organismo. Por tanto, tan importante es atender la carencia física que está sufriendo un determinado órgano, como atender las necesidades emocionales que tiene un paciente para combatir dicha dolencia. ¿La solución? LA PREVENCIÓN.
Si aprendemos a cuidarnos física y emocionalmente evitaremos la aparición de muchas alteración psicofisiológicas o las combatiremos con mayor efectividad en caso de que se nos presenten.
Se trata de un proceso de ADAPTACIÓN a nosotros mismos y al medio en el que nos desarrollamos.
¿Cómo relacionaríamos una dolencia emocional con una alteración física?
Para hacerlo de manera clara y sencilla enumeraré los órganos que se suelen ver afectados cuando no hemos solucionado emocionalmente algo que nos preocupa.
Hígado
Se le vincula con la ira, el enfado, y la agresividad.
Corazón e Intestino delgado
Relacionado con la euforia, histeria, excitación, hipersensibilidad y nerviosismo.
Estómago, Bazo y Páncreas
Se ven alterados por desequilibrios emocionales como la ansiedad, la duda, el escepticismo y los celos.
Pulmón e Intestino grueso
Guardan relación con las dificultades para comunicarse cuando uno quiere imponer su palabra, el exceso de autoridad y el dominio sobre los demás.
Riñón y Vejiga
Vinculados al miedo, la falta de autoestima, la timidez y la desesperanza
Como podemos ver EMOCIONES y ÓRGANOS van de la mano, sobre todo el intestino, al que los psicólogos llamamos el segundo cerebro. Por ello, es tan importante hacerle caso a la expresión de las primeras para evitar disfunciones en los segundos.
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